Inicio

  • Sundance 2022: ‘Cha Cha Real Smooth’, divertida pero aleccionadora

    Sundance 2022: ‘Cha Cha Real Smooth’, divertida pero aleccionadora

    Por Eric Ortiz

    Sundance dedicó sus últimos días a la repetición de las películas ganadoras, anunciadas el pasado viernes 28 de enero. Cha Cha Real Smooth (2022), dirigida y protagonizada por el joven Cooper Raiff, se llevó el Premio del Público en la Competencia Estadounidense y fue adquirida por Apple TV+.

    Sin duda es una película divertida, basta ver la genial secuencia inicial en la que el protagonista Andrew, un chico de 12 años, le avisa a su mamá (Leslie Mann, conocida por sus colaboraciones con Judd Apatow) que está enamorado. ¿El problema? Su interés romántico es una mujer adulta, quien naturalmente le “rompe el corazón” de manera considerada.

    Cha Cha Real Smooth mantiene su espíritu coming-of-age cuando nos volvemos a encontrar a Andrew 10 años después. A sus 22 años (interpretado por Raiff), tiene la presión de responder la clásica pregunta: ¿qué harás después de la universidad? Es en este periodo de transición e incertidumbre en el que se desarrolla la historia central. Mientras su novia construye una nueva vida lejos de él en Barcelona, Andrew despacha comida rápida a la espera de algo mejor: estudió marketing y quiere trabajar para alguna organización sin fines de lucro.

    Una fiesta de bar mitzvá a la que lleva a su hermano menor (Evan Assante) termina siendo un momento determinante para Andrew. Por un lado, revela su talento como animador de fiestas –en general Andrew es sumamente extrovertido–; por el otro, conoce a Domino (Dakota Johnson), la madre de Lola (Vanessa Burghardt), una adolescente autista.

    La convivencia entre Raiff y Burghardt se siente natural, una vez que el tipo logra la difícil tarea de hacer que la joven se sienta en confianza. Una escena, por ejemplo, transmite lo abrumador que puede ser socializar para una persona con autismo. No obstante, Lola no deja de ser un personaje secundario y funcional.

    En el núcleo de Cha Cha Real Smooth está la relación entre Andrew y Domino. Un romance imposible por excelencia: aunque parecen estar hechos el uno para el otro y la atracción mutua es obvia, la afligida Domino tiene un prometido (Raúl Castillo). Y lo que parece ser todavía peor para el director y escritor Raiff: Domino es mayor que su personaje.

    Ciertamente a un joven de 22 años no le convendría involucrarse con una mujer más grande que él, quien tiene una hija de un matrimonio previo y está a punto de volverse a casar. Pero el amor es incontrolable y “no tiene edad”, ¿no? La misma película parece decirlo… hasta que decide darle una lección a su protagonista.

    A pesar de su experiencia universitaria, todavía le falta mucho por aprender, pero estamos hablando de una potencial relación entre dos adultos. ¿En serio necesitamos a una adulta de 30 y tantos (Domino) aleccionando a un adulto de 22 (Andrew) sobre ese futuro cercano sin compromisos, propio de la juventud, al que estaría renunciando si se consuma su relación?

    El tono expone la urgencia de Cha Cha Real Smooth por ser una película correcta. Ahí está la lección de la adulta hacia el adulto más joven que los encamina a lo ideal, acorde a su situación y edad. Un “final feliz” que trae un subtexto propio de estos tiempos, cuando películas como Licorice Pizza (2021), del gran Paul Thomas Anderson, son señaladas –sobre todo en Estados Unidos– por la diferencia de edad entre sus protagonistas. Tomando en cuenta esto, no debería sorprendernos que Cha Cha Real Smooth haya triunfado en Sundance, donde las propuestas menos arriesgadas suelen terminar en el palmarés y asegurar distribución.

  • Sundance 2022: ‘Meet Me in the Bathroom’ y la música neoyorquina de inicios del siglo XXI

    Sundance 2022: ‘Meet Me in the Bathroom’ y la música neoyorquina de inicios del siglo XXI

    Por Eric Ortiz

    Aunque puede ser difícil de asimilar, Is This It –álbum debut de The Strokes– celebró hace poco su vigésimo aniversario. La escena musical neoyorquina que explotó a principios del siglo XXI tiene edad suficiente para ser tema de un libro, escrito por Lizzy Goodman y publicado en 2017, y ahora un documental derivado del mismo: Meet Me in the Bathroom (2022), dirigido por Will Lovelace y Dylan Southern, quienes antes habían realizado No Distance Left to Run (2010) y Shut Up and Play the Hits (2012), documentales sobre Blur y LCD Soundsystem respectivamente.

    Meet Me in the Bathroom se estrena en una época en la que no paramos de escuchar sobre la decreciente popularidad del rock –en el documental se menciona algo similar: en 1999 había pasado mucho tiempo desde la última ola de bandas neoyorquinas icónicas– y el declive de la Gran Manzana.

    Meet Me in the Bathroom lleva, por varias razones, un sentimiento de añoranza implícito. A fin de cuentas, es un documental diseñado para quienes tienen vínculo con la música de bandas como: Yeah Yeah Yeahs, Interpol, TV on the Radio, The Rapture, LCD Soundsystem, la liderada por Julian Casablancas, y la menos conocida: The Moldy Peaches.

    Sin dejar de poner las cosas en contexto –se hace referencia a la época del nu metal y el happy punk, la llegada del nuevo milenio, los ataques terroristas del 9/11, la irrupción que significó Napster para la industria musical y a la gentrificación de Brooklyn, entre otros temas–, Lovelace y Southern básicamente entrelazan las historias de los protagonistas: The Strokes, Yeah Yeah Yeahs, Interpol y James Murphy (LCD Soundsystem). Esto hace que el documental sea variado y siempre entretenido, porque cuando unos ya pasaron a ser reconocidos, otros siguen batallando por consolidarse.

    Por medio de material de archivo y entrevistas en off, cada una de las bandas centrales propician momentos memorables que capturan los altibajos de los primeros años de sus carreras. Si tuviera que elegir, Murphy es quien se lleva el documental con ese giro radical en su vida, de la mano del éxtasis, y su rotundo éxito cuando ya pasaba de los 30 años, algo ciertamente atípico en la industria musical.

    A distancia, ver las caras jóvenes de quienes fueron catalogados como “salvadores del rock” es verdaderamente sorprendente. De Casablancas y Albert Hammond Jr., Karen O a Carlos Dengler, todos eran apenas unos escuincles cuando pasaron de tocar en pequeños clubes a sonar en todo el mundo. Las escenas como la neoyorquina de hace dos décadas nacen de la autenticidad, la amistad y el amor por la música. En un instante, todo cambia y se vuelven irrepetibles.

  • Sundance 2022: ‘Babysitter’, sátira, hombres deconstruidos y crisis femenina

    Sundance 2022: ‘Babysitter’, sátira, hombres deconstruidos y crisis femenina

    Por Eric Ortiz

    Uno de los temas recurrentes en la programación de Sundance 2022 fue el desgaste y cansancio provocado por el “wokeismo” –¡ya era hora!–. La película quebequense Babysitter (2022), programada en la sección Midnight, es en su faceta más sólida una muy divertida y justa sátira sobre los hombres que decidieron “deconstruirse” en tiempos de feminismo.

    La directora Monia Chokri abre con una secuencia agitada –constantes closeups–, para evidenciar esa masculinidad que irradia lujuria, violencia y embriaguez: entre el público de un evento de la UFC, donde en cada round desfilan mujeres voluptuosas, tres amigos juzgan la foto de una mujer. Las risas no faltan cuando estos idiotas involucran en su discusión a un par de chicas, quienes en lugar de ofenderse se terminan sumando al relajo. Pero la “fiesta” culmina en un incidente que marcará al personaje central, Cédric (Patrick Hivon): borracho y jubiloso tras el espectáculo, abraza y besa a una reportera en plena transmisión en vivo. El momento de Cédric se viraliza, acusaciones de abuso y una suspensión indefinida de su trabajo acompañan a su nueva fama.

    La propia Chokri encarna a Nadine, coprotagonista de la película y pareja de Cédric. Ella es una madre primeriza, quien evidentemente necesita descansar y sentirse menos sofocada. Un esposo como el suyo no es de mucha ayuda, menos cuando la simple y lógica idea de ofrecer una disculpa a la reportera afectada se vuelve para él una obsesión total por reflexionar sobre la misoginia.

    De la mano de su hermano (Steve Laplante), un periodista que encarna a los “hombres feministas” que creen saber más sobre la experiencia femenina que las mujeres mismas, Cédric se dispone a replantearse todo, hurgar en pensamientos y recuerdos, y meditar sobre la misoginia. Incluso apuntan a publicar un libro para disculparse no sólo con la reportera sino con muchas otras mujeres. Babysitter destaca como sátira, incluyendo la perspectiva femenina representada por una Nadine nada impresionada y preparada para señalar con precisión las sandeces de estos hombres, quienes de pronto aspiran al éxito propio y poco más. Cédric podrá dedicarle mucho tiempo a sus reflexiones, aunque nunca le pasa por la cabeza trabajar en la relación con la principal mujer de su vida.

    Babysitter también busca desmenuzar la crisis adulta en un entorno suburbano. Una joven niñera (Nadia Tereszkiewicz) suma al lado cómico, pero de a poco se convierte en un personaje casi místico y con una suerte de labor especial, ya sea encaminar a la esposa a una peculiar liberación o ser la “tentación” del (hipócrita) hermano deconstruido. En una secuencia, por ejemplo, Nadine y Cédric están a la vez sumergidos en sus propios mundos –ella le toma gusto a disfrazarse y pretender ser alguien más; él sigue con su proyecto literario–, sirve para ahondar en esa necesidad de evasión que los personajes tienen.

    Chokri pone otros temas sobre la mesa –principalmente la liberación sexual del personaje que ella interpreta–, no obstante Babysitter sólo apuesta por la mera extrañez. Sus personajes carecen de un desenlace convincente, además que desaprovecha la oportunidad de culminar lo que arranca como una gran obra satírica.

  • Sundance 2022: ‘Watcher’, otro thriller sobre la violencia contra las mujeres

    Sundance 2022: ‘Watcher’, otro thriller sobre la violencia contra las mujeres

    Por Eric Ortiz

    En un mundo donde la violencia contra las mujeres es un problema urgente, diversas directoras continúan usando el cine de género para expresarse al respecto. El año pasado se presentó en Sundance la ópera prima Knocking (Knackningar, 2021), de la sueca Frida Kempff, un thriller psicológico que enfatiza en la importancia de creerle a las mujeres y no minimizar sus preocupaciones.

    Watcher (2022), primer largometraje de la estadounidense Chloe Okuno, es en esencia muy similar a Knocking, aunque, por supuesto, tiene sus propias características: sigue a un matrimonio joven, Julia (Maika Monroe) y Francis (Karl Glusman), que se muda a Bucarest, Rumania, donde el esposo tiene un nuevo y demandante puesto de trabajo. Ella no domina el idioma y no tiene un rumbo profesional definido tras abandonar la actuación.

    En su nuevo departamento, comienza a percibir la misteriosa silueta de alguien que parece mirarla desde el edificio de enfrente. Las noticias sobre un asesino serial de mujeres, apodado “La araña”, potencian su preocupación respecto a andar sola por las calles de la fría ciudad que desconoce. Luego de que un tipo podría estar siguiéndola y de que la silueta continúa apareciendo, Julia no volverá a sentirse segura.

    Con una sentida actuación de Monroe, la directora Okuno logra crear una atmósfera tensa, sin embargo, no es difícil deducir hacia dónde se dirige, canibalizando el desarrollo narrativo de algunos clásicos del thriller, como La ventana indiscreta (Rear Window, 1954), o la mencionada Knocking: los protagonistas siempre batallan para que les crean y llegan a ser vistos como meros paranoicos.

    Watcher mantiene en todo momento una perspectiva femenina. Julia pasa de la ansiedad, a la frustración y decepción de ser minimizada y ser convertida en blanco de burlas –el esposo trata de ayudarla, pero se va cansando y, en el fondo, nunca le cree; su mayor soporte lo encuentra en otra mujer (su vecina interpretada por Madalina Anea)–, hasta vivir el horror absoluto.

    Watcher seguramente encontrará su audiencia y resonará con ella. No obstante, estos thrillers de subtexto “pertinente” cada vez resultan más y más previsibles.

  • Sundance 2022: ‘Speak No Evil’, el horror de convivir con desconocidos

    Sundance 2022: ‘Speak No Evil’, el horror de convivir con desconocidos

    Por Eric Ortiz

    Ah, las vacaciones, ese periodo siempre anticipado que debería significar disfrute total, aunque rara vez resulta perfecto. En la película danesa/holandesa Speak No Evil (Gæsterne, 2022), parte de la sección Midnight de Sundance, la familia protagonista (Morten Burian, Sidsel Siem Koch y Liva Forsberg) vacaciona en la bella Italia, pero convivir con extraños que no paran de hablar de clases de comida o lidiar con su hija, que siempre anda perdiendo su conejo de peluche, significa pequeñas y continuas irrupciones. No obstante, los protagonistas –daneses– empiezan a convivir con una familia holandesa (Fedja van Huet, Karina Smulders y Marius Damslev) con la que parecen tener cosas en común.

    Tiempo después de un verano que se tornó agradable, los daneses reciben la invitación de los holandeses para pasar un fin de semana en su casa de campo, con la promesa de buena comida, vino y largas caminatas. Aunque la esposa se muestra reticente a la idea de pasar varios días con unos desconocidos, al esposo, visiblemente aburrido de su vida, le atrae la idea. “¿Qué es lo peor que podría pasar?”, les comentan sus amigos locales. Y bajo esta noción es que, obviamente, terminan rumbo a la Holanda rural.

    Durante el video de introducción, el director Christian Tafdrup afirmó que había realizado una película de terror a pesar de no haberse planteado eso al principio. Al no ser un “gran seguidor” de este género, su aproximación trató de acercarse a lo que han hecho cineastas como Michael Haneke o Lars von Trier: apropiarse de los clichés del terror para llevarlos a un ámbito “más artístico”, como lo definió el propio director.

    Si bien Speak No Evil construye una atmósfera siniestra desde su inicio, y hace obvio que es cuestión de tiempo para que el fin de semana tome un rumbo turbio –el niño holandés con problemas para hablar es particularmente creepy–, la película se concentra en retratar la creciente incomodidad de los daneses. Es natural no querer ser descortés, aún cuando las señales de alarma se manifiestan por doquier. Los mejores momentos de Speak No Evil capturan con una dosis de humor negro esa sensación de que lo más adecuado hubiera sido ser antisocial y rechazar la inesperada invitación de los holandeses.

    Speak No Evil también juega inteligentemente con cierto cliché del terror: cuando las potenciales víctimas –en este caso, una vez que la esposa ha tenido suficiente y no tolera más las acciones descorteses y sospechosas– simplemente no pueden escapar del lugar por alguna u otra razón, ojo al uso de ese conejo de peluche. Pero conforme los holandeses van dejando atrás su fachada, la película también revela su verdadera identidad. Cuando parecía que Speak No Evil se decantaría justamente por algo más –un pasaje coquetea con ser un comentario de la cotidianidad opresiva, pero no profundiza–, termina dirigiéndose hacia un terreno netamente del terror que, aún con una inherente y siempre bienvenida brutalidad retorcida, no logra impactar del todo. Especialmente cuando hemos visto en incontables ocasiones este mismo relato: un escenario rural que se torna hostil para los indefensos protagonistas.

  • Sundance 2022: ‘When You Finish Saving the World’ y ‘Master’

    Sundance 2022: ‘When You Finish Saving the World’ y ‘Master’

    Por Eric Ortiz

    El cine estadounidense tiene bastante qué decir sobre la situación social y política que atraviesa su país, así lo indicaron dos de las primeras películas presentadas en la nueva edición virtual del Festival de Sundance. A continuación algunos apuntes al respecto: 

    When You Finish Saving the World (2022)

    Siguiendo los pasos de su contemporáneo Jonah Hill (En los 90), Jesse Eisenberg debuta como director con el respaldo de A24. When You Finish Saving the World sigue a una familia tan disfuncional como cualquier otra: Ziggy (Finn Wolfhard), hijo único, compone “folk rock con influencia alternativa” y lo comparte vía live streams para su considerable base de seguidores. La mamá, Evelyn (Julianne Moore), dirige un albergue para víctimas de violencia doméstica. El papá (Jay O. Sanders) no recibe mucha atención, se la pasa leyendo y advirtiendo a su hijo sobre la apropiación cultural (“espero que no toques blues”) y el suicido en adolescentes (“¿eres feliz?”).

    Eisenberg muestra a la América acomodada que “despertó”. Los compañeros de escuela de Ziggy hablan constantemente de temas políticos y de las injusticias en el mundo. A Evelyn, de hecho, le gustaría que su hijo tuviera precisamente este tipo de intereses (“te llevaba a las protestas cuando eras pequeño”), pero Ziggy se “desvió” para hacer cosas más propias de adolescentes y apolíticas.

    Mientras Ziggy quiere impresionar a una chica (Alisha Boe) que critica al gobierno y escribe un poema sobre colonialismo, Evelyn pone toda su atención en el hijo adolescente de una de las mujeres de su refugio. Ella lo quiere “salvar” de su realidad, aunque en su bienintencionada misión subyace la necesidad de llenar un vacío.

    Al centro de When You Finish Saving the World está, ciertamente, una familia distanciada. Entonces Eisenberg nos subraya de manera oportuna que, antes de intentar “salvar al mundo”, sería mejor empezar por ser uno mismo y aprender a valorar a nuestros seres queridos. Es una ópera prima autocrítica y, en su relación entre madre e hijo, emotiva.

    Master (2022)

    Master, primer largometraje de la directora Mariama Diallo y producción de Amazon Studios, hace eco de uno de los grandes éxitos contemporáneos salidos de Sundance: ¡Huye! (Get Out, 2017), de Jordan Pelee. La película toma elementos clásicos del cine de terror para abordar la experiencia afroamericana, subrayando que el racismo es intrínseco a la naturaleza de los Estados Unidos.

    Una prestigiosa universidad en Nueva Inglaterra, casi exclusivamente blanca, se jacta de ser inclusiva, es un escenario aparentemente acogedor para nuestras dos protagonistas: una joven de nuevo ingreso (Zoe Renee) y una profesora (Regina Hall) recientemente promovida, convirtiéndose en la primera afroamericana en ostentar el título de “Master”. Otra maestra (Amber Gray) sirve para sumar conflictos y termina siendo un personaje deliberadamente ambiguo.

    Master entrelaza mitología –sobre una bruja ahorcada muchos años antes, una estudiante que fue encontrada muerta en los sesenta y, en general, un campus maldito– con cuestiones más mundanas. Es evidente la incomodidad de las protagonistas en un lugar predominantemente blanco donde se presumen los avances contra la discriminación –he aquí otro trabajo que refleja el creciente hartazgo hacia la hipocresía del “woke falso”– o se canta a todo pulmón una canción que usa la N-word.

    Los momentos desconcertantes son parte de un retrato muy directo de la experiencia negra, con referencias explícitas a la época de la esclavitud y del Ku Klux Klan, cuya conclusión es que la raza afroamericana sigue sin ser bienvenida a un Estados Unidos que no es muy diferente al del pasado. El gran problema de Master es que prioriza el discurso y descuida su desarrollo narrativo. No sólo se siente dispersa y truncada, con personajes secundarios que van desapareciendo y una mitología inconcreta, sino que la ejecución en momentos clave es obvia. La maestra, por ejemplo, nos tiene que recalcar que el problema no es la bruja ni los fantasmas… “el problema es América”.

  • ‘Zeros and Ones’: Una entrevista con Abel Ferrara sobre su película pandémica

    ‘Zeros and Ones’: Una entrevista con Abel Ferrara sobre su película pandémica

    Por Eric Ortiz

    A sus 70 años, Abel Ferrara vive con su pareja Cristina Chiriac y su pequeña hija Anna en un vecindario de Roma, Italia. Lejos de la ciudad que lo hizo un cineasta legendario, realiza ficciones y documentales con absoluta libertad creativa. Trabajos personales que no siguen las convenciones narrativas.

    Zeros and Ones (2021), su película más reciente y por la que ganó el reconocimiento a Mejor Dirección en el Festival de Locarno, seguramente frustrará a quienes esperen el “thriller político” que vende la sinopsis. Ethan Hawke interpreta a un militar y camarógrafo americano que regresa a Roma, donde se entera que su hermano revolucionario (también interpretado por Hawke) está “en prisión”. Al indagar sobre su paradero, notará que en un mundo de soldados americanos, italianos y agentes rusos, es imposible confiar en alguien.

    Como el documental Piazza Vittorio (2017) y la muy personal Tommaso (2019), Zeros and Ones también se desarrolla en la multicultural zona donde Ferrara reside actualmente. “Todo está basado en nuestra realidad y en donde estamos”, reveló Ferrara en entrevista con Cinema Inferno y agregó: “es una expresión cinematográfica de lo que estaba pasando afuera de mi ventana. La pandemia es un ejemplo obvio de esto”.

    Zeros and Ones no elude nuestra época pandémica actual, llena de cubrebocas y gel antibacterial. Una escena ligada a uno de los temas por excelencia de Ferrara, el consumo de drogas, es notoria porque la dealer desinfecta con espray el dinero de una venta. La filmación, recordó el cineasta, se dio “durante la pandemia, antes de la vacuna. Esos protocolos eran de vida o muerte. No es ficción, es realidad. Los chinos quemaron todo su dinero porque el dinero es lo más sucio, así es cómo la gente se enferma en un mundo normal, ¿sabes? Un billete puede tener los gérmenes de 50 personas. Es un tiempo peligroso, hay mucho en juego. Al mismo tiempo, sabía que debía filmar. En algún punto tienes que salir de la cuarentena y reingresar al mundo. Tienes que hacerlo con valentía, debes cuidarte y cuidar a los demás. Gracias a Dios nadie se enfermó”.

    Zeros and Ones se suma a la constante exploración de la religión y la espiritualidad en la obra de Ferrara. ¿La imagen más llamativa de la película? La explosión del Vaticano. Si bien Ferrara lleva años practicando el budismo, que se refleja en filmes como 4:44 Último día de la Tierra (4:44 Last Day on Earth, 2011), pregunté cuál era su visión actual del catolicismo con el que creció:

    “Ser budista me ha llevado, de hecho, a estar más cerca de Jesús. La vida es mejor con la espiritualidad. Tienes que encontrar tu propia posición, saber cómo te sientes, no sólo para responder las preguntas obvias: ¿de dónde venimos? ¿A dónde iremos? Sino para saber cómo afrontar el mundo momento a momento, cómo te relacionas con otras personas, cómo permaneces siendo la mejor versión de ti mismo, cómo sigues siendo humano”.

    Un cineasta que mira hacia adelante

    Para el Ferrara de hoy, no hay diferencias en el proceso entre un documental y una ficción: “por un lado, lo entiendo todo. Por otro lado, cada vez es como si lo hiciera por primera vez. Es la belleza de esto, ese es el reto, nunca sabes a donde te va a llevar la historia, la manera de filmar, editar, qué música usas. Tienes a los mismos tipos, pero todos son diferentes, todos los elementos siempre cambian. Hacer una película requiere del compromiso financiero de alguien. Hay mucho en juego”.

    Ferrara se siente de vuelta en sus inicios, cuando filmó en Nueva York The Driller Killer (1979) con un pequeño crew: “no me daba cuenta de lo afortunados que éramos. Sigo intentando regresar a eso. Simplemente me siento mejor así, me gusta filmar rápido. Entre menos gente, mayor compromiso. Con las herramientas que tenemos ahora lo podemos explotar. No necesitamos mucho dinero”.

    Los efectos digitales de la explosión del Vaticano, el uso de drones o el énfasis en la era digital de Zeros and Ones indican que Ferrara continúa mirando hacia adelante, experimentando. “Todo lo que podamos usar para contar la historia de mejor manera o poner la cámara en un mejor lugar –para eso es el dron–, me encanta. El proceso de edición, la manipulación de las imágenes, la manera rápida de compartir ideas, poder trabajar a distancia… todo es jodidamente sensacional”, afirmó el cineasta.

    Al cuestionarlo sobre el presente de la industria cinematográfica, Ferrara refirió que las nuevas generaciones tienen “más oportunidades, especialmente la gente joven, de juntar imágenes, ponerles sonido y expresar sus ideas. Si los chicos tienen acceso a los medios de producción, es jodidamente estupendo. Que puedan compartir sus ideas en Internet: ¡grandioso!”

    Los clásicos de culto de Ferrara

    Mientras que el originario del Bronx sigue trabajando, buena parte de su filmografía mantiene su vigencia. Por ejemplo, El ángel de la venganza (Ms .45, 1981), que celebró su cuadragésimo aniversario, se ha vuelto esencial para discutir la evolución del controversial subgénero rape-revenge, el cual ha resurgido de la mano de varias cineastas. Ferrara atribuye a sus colaboradores el respeto que provoca El ángel de la venganza: “fue escrita por un tipo inspirado, Nicky (Nicholas St. John) es espiritual y brillante. Y luego Zoë (Lund), tenía 17 años en ese entonces y fue la unión perfecta: la actriz con el material. Ella trajo lo suyo, que era lo opuesto, trajo su lado femenino. Pero Nicky estaba en contacto con su propio lado femenino. Al final del día, es su inteligencia y talento, el escritor y la actriz juntos, así es como obtienes magia”.

    El verdugo de Nueva York (King of New York, 1990), otra colaboración entre Ferrara y St. John, es un caso similar al arriba mencionado. En 2020, en el podcast The Rewatchables, Quentin Tarantino recordó lo mucho que significó su estreno por su salvajismo, violencia y cero remordimientos tras la represión y corrección de los años ochenta. ¿Necesita el cine estadounidense actual una sacudida similar? “No veo suficientes filmes para hacer un juicio así, ¿me entiendes?”, confesó Ferrara, “vivo en Europa, entonces al ver cine viajo más al Este que al Oeste y estoy viendo películas bastante salvajes que vienen del lugar más demente”.

    Corrupción judicial (Bad Lieutenant, 1992), protagonizada por el gran Harvey Keitel, fue comparada recientemente con Diamantes en bruto (Uncut Gems, 2019). Ambas siguen a un incontrolable apostador neoyorquino y las acciones de una serie de playoffs: con Ferrara béisbol y básquetbol para Josh y Benny Safdie. No es casual, ya que Ferrara tiene una conexión de años con los hermanos, actuó en Daddy Longlegs (2009) y el cinefotógrafo de Zeros and Ones es Sean Price Williams, quien filmó Heaven Knows What (2014) y Good Time: Viviendo al límite (Good Time, 2017) para los Safdie. Una sonrisa cruzó el rostro de Ferrara al escuchar sobre las reminiscencias entre Diamantes en bruto y su trabajo. “Sí la vi. Me pareció estupenda, Adam (Sandler) estuvo sensacional”, comentó Ferrara antes de cambiar el rumbo de la conversación.

    Ferrara en México

    “¿De dónde eres?”, preguntó Ferrara. “México”, contesté. En lugar de seguir con Diamantes en bruto, saltó a la inclasificable Siberia (2020), su enésima colaboración con Willem Dafoe:

    “Estuvimos en México un par de años antes de la pandemia. Filmamos Siberia en la Ciudad de México y luego en Mexicali, ¿sabes? Fue como estar en dos países diferentes, la Ciudad de México y después la frontera con Estados Unidos, el desierto (en este pasaje de Siberia aparece Daniel Giménez Cacho). Fue muy interesante. Filmar en México fue genial, hombre”.

    Zeros and Ones llegó a cines selectos de EUA y VOD el pasado 19 de noviembre. Estará disponible en Blu-ray y DVD el 4 de enero de 2022.

  • Entrevista con Bill Moseley, antagonista de ‘Prisoners of the Ghostland’

    Entrevista con Bill Moseley, antagonista de ‘Prisoners of the Ghostland’

    Por Eric Ortiz

    Bill Moseley vio por primera vez Masacre en cadena (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) en Boston, Massachusetts, como parte de una función doble con Operación dragón (Enter the Dragon, 1973). “Después de ver Masacre en cadena me daba miedo la parte rural de Estados Unidos”, reveló el actor en el documental It Runs in the Family (2006), entonces, seguramente, Moseley no imaginaba que en la década siguiente sería parte integral de Masacre en el infierno (The Texas Chainsaw Massacre 2, 1986), única secuela en la interminable franquicia con la dirección de Tobe Hooper. Sin ser originario del sur rural, de hecho nació en Connecticut, Nueva Inglaterra, Moseley ha encarnado personajes icónicos provenientes precisamente de esta zona. Son antagonistas clásicos que han cometido algunos de los crímenes más “horrorosos y extraños en la historia americana”.

    Moseley filmó y apareció en el cortometraje cómico amateur The Texas Chainsaw Manicure, una copia de éste eventualmente llegó a las manos de Hooper, quien le dijo al actor: “si llego a hacer una secuela te tendré en cuenta”. Cuando llegó la hora de darle continuación a la película que cambió el rumbo del terror, Hooper cumplió su palabra. Moseley, en su primer papel importante, le dio vida a Chop-Top, un nuevo integrante de la familia experta en carne humana, un demente incapaz de dejar de pensar en Vietnam. Además, tiene una placa de metal en la cabeza, visible cuando su hermano Leatherface lo roza accidentalmente con la motosierra.

    Masacre en el infierno tiene una aproximación deliberadamente fársica, con guión de L.M. Kit Carson (Sin aliento, París, Texas) y un Dennis Hopper glorioso con motosierras y deseos de venganza. Si bien este filme fue incomprendido en su tiempo, hoy día es genuinamente de culto. Si Chop-Top no ha vuelto a aparecer en la franquicia es por un tema de derechos.

    Moseley volvió a la franquicia hasta Masacre en Texas: Herencia maldita (Texas Chainsaw 3D, 2013), pero en el rol de Drayton Sawyer, el hermano mayor en la película original, porque esta producción ignoró el resto de secuelas. Una participación demasiado breve que no pasa de la violenta secuencia inicial cuando un grupo de texanos deciden saltarse la ley y destruir a la familia.

    El cameo de Moseley en Masacre en Texas: Herencia maldita llegó cuando el actor ya había conquistado a toda una nueva generación de fieles del terror. Evidentemente influenciado por Hooper, el músico Rob Zombie debutó como cineasta con La casa de los mil cuerpos (House of 1000 Corpses, 2003), presentando a otra pirada familia sureña y una historia de época que comienza a finales de los años setenta. Aquí Moseley es Otis, uno de los hermanos protagonistas, que combina a Charles Manson, Tex Watson –en la superior segunda parte, Violencia diabólica (The Devil’s Rejects, 2005), el diálogo “I’m the devil and I’m here to do the devil’s work” es una referencia ineludible– y al propio Leatherface: suele usar como máscara la cara de sus víctimas. Zombie completó la trilogía sobre la familia Firefly en 2019, con el estreno de Los 3 del infierno (3 from Hell, 2019).

    De la mano del brillante y camaleónico cineasta japonés Sion Sono, Moseley ha construido otro villano para el recuerdo. En Prisoners of the Ghostland (2021), el debut en inglés de Sono, Moseley interpreta al Governor, quien controla Samurai Town, un lugar donde se conjuga oriente y occidente, los samuráis con los vaqueros, lo moderno con lo antiguo.

    Al inicio de la película el hombre sin nombre (Nicolas Cage dando otra actuación delirantemente divertida) es un prisionero en dicho pueblo. La supuesta nieta del Governor, Bernice (Sofia Boutella), escapó y si el personaje de Cage quiere volver a ser libre tendrá que encontrarla y traerla de vuelta. No sólo esto, haciendo referencia a Escape de Nueva York (Escape from New York, 1981), el Governor lo viste con un traje muy particular con explosivos que destrozarán al protagonista si violenta a Bernice o no cumple en tiempo con la misión. En un locura absoluta –con un criminal destinado a redimirse (Cage); el samurái y matón del Governor, Yasujiro (Tak Sakaguchi); los fantasmas de un incidente nuclear y una tribu tan extravagante como marginada–, el Governor se erige como el verdadero antagonista.

    Charlé con Moseley sobre este personaje y su experiencia filmando en Japón con Sono y Cage… también hubo tiempo para recordar al querido Otis.

    Eric Ortiz (EO): ¿Cómo se dio esta colaboración con Sion Sono?

    Bill Moseley (BM): La primera película que vi de él fue Tag (Riaru onigokko, 2015) y simplemente me voló la cabeza. Soy amigo de Reza Sixo Safai, uno de los escritores del guión y productor de Prisoners of the Ghostland, empezamos a hablar sobre la película, él mencionó a Sion y yo conocía Tag. Entonces comencé a ver películas como El club del suicidio (Jisatsu sakuru, 2001), que es increíble, Antiporno (Anchiporuno, 2016), Vamos a jugar al infierno (Jigoku de naze warui, 2013)… mi favorita fue Pez mortal (Tsumetai nettaigyo, 2010), pienso que es impresionante.

    Soy un gran admirador del “Asian Extreme”, de I Saw the Devil (Ang-ma-reul bo-at-da, 2010) y de las películas de (Takashi) Miike, así que el simple hecho de ver cosas nuevas me emocionó mucho. Me alegró en demasía conseguir el papel del Governor.

    EO: ¿Cómo fue tu aproximación a este personaje?

    BM: Todas las mañanas caminaba por la orilla del lago Biwa, el lago de agua dulce más grande de Japón. Me la pasaba repitiendo los diálogos del Governor porque tenía que explicar la complejidad del traje del personaje de Nic. Al repetir los diálogos comenzó a surgir la voz del Governor.

    Cuando hice la prueba de vestuario, una vez que tuve puesto el sombrero sentí que estaba muy cerca del personaje, pero luego me dieron los guantes rojos y me di cuenta que era la personificación de todo lo que está mal en el capitalismo: con el traje blanco pero con sangre en mis manos. Cuando entendí eso, la voz llegó porque era fanfarrón, exuberante, también loco y malvado.

    El Coronel Sanders fue una de mis inspiraciones y también el gallo Claudio, el de las caricaturas, el gallo grande con una voz fuerte, fanfarrona y sureña.

    EO: ¿Qué pensaste del Samurai Town?

    BM: Que era la fusión perfecta entre Este y Oeste, esta mezcla fue una de las cosas emocionantes de estar en el set. Realmente se sentía como un pueblo del viejo y salvaje Oeste, especialmente por las calles de tierra. Obviamente era muy japonés también con todas las flores de cerezo, las hermosas geishas, los ninjas y los samuráis. Me encantó, pensé que era fantástico.

    También pude visitar el set de la planta fantasma con el reloj gigante y todos los extras con vestuario salvaje. Si bien fue abrumador, me sentí como en casa.

    EO: ¿Cómo fue trabajar con Nicolas Cage?

    BM: Estaba muy emocionado porque soy un gran fan de Nic. Recientemente amé Color Out of Space (2019) y Mandy (2018). También me encantan muchas de sus películas viejas.

    Mi esposa, Lucinda Jenney, es actriz y trabajó con Nic en Peggy Sue Got Married (1986) –dirigida por Francis Ford Coppola–. Ambos hemos sido seguidores de Nic.

    Me ponía nervioso pensar que no le iba a gustar trabajar conmigo, mi estilo o el personaje que había elegido, pero Nic es grandioso, realmente es un tipo amigable. Pasamos el Día de Acción de Gracias en Japón y Nic nos llevó a todos, reparto y crew, a cenar.

    Nic es determinado y profesional. Así me gusta trabajar: me gusta ir por todo pero también ser puntual, saber mis diálogos. En cuestión de construir un personaje, por más extremo que parezca, Nic es maravilloso, te motiva e inspira.

    EO: ¿Qué nos puedes decir del proceso de Sono?

    BM: Fue interesante, la barrera del idioma es ciertamente importante, sobre todo cuando tratas de ser muy específico sobre las emociones, los movimientos y los detalles del personaje. Mientras hacía algo, podía darme cuenta si él sonreía o aplaudía, estaba feliz. Había un traductor, si había algún problema o cambio él trataba de hacer su trabajo, pero la mayor parte del tiempo simplemente nos comunicamos por medio de sonrisas. Así lo describiría.

    EO: No hace mucho regresaste al personaje Otis.

    BM: De hecho fue un reto porque Otis era 14 años mayor y todo ese tiempo había estado en prisión, entonces la pregunta era: ¿qué tanto afectó su personalidad vivir 14 años en una celda? Sin mencionar volverse viejo.

    Esto me preocupaba y el primer día de filmación tenía un pequeño monólogo. Recuerdo estar preocupado por el diálogo, en la primera toma dije algo mal y tuvimos que cortar. Luego respiré y lo volví a intentar, me equivoqué, corte. Rob me miró como diciendo “¿qué está pasando hombre?” y le dije “dame un minuto”. Recuerdo sentarme en solitario, respirar profundamente, luego escuché una voz en mi cabeza que decía: “Bill, relájate, tengo esto bajo control, sólo quítate de mi camino”. Era la voz de Otis diciéndome “vete de aquí, señor actor que no puede recordar sus líneas y se preocupa por cómo se ve”, toda esa onda de Hollywood. En cuanto escuché esto, me quité del camino y no volví a tener problemas.

    EO: Personajes como Chop-Top y Otis siguen siendo recordados por los fans muchos años después. Pienso que el Governor es otro de tus papeles memorables.

    BM: Te lo agradezco. Realmente se trata de no intentar controlar al personaje. Leo el guión varias veces y luego dejo que el personaje surja naturalmente, sin importar qué tan loco pueda parecer. Si es un personaje pirado, siempre lo interpreto como si yo fuera la única persona cuerda en el lugar. Pienso en esa historia de Otis diciendo “quítate del camino, Bill”, si haces eso, entonces los personajes se vuelven emocionantes y reales. Creo que ese es el trabajo del actor: ¡quitarte del camino!

    Prisoners of the Ghostland está en cines de EUA y VOD.

  • Fantasia 2021: ‘#Blue_Whale’, una prescindible película de pantallas

    Fantasia 2021: ‘#Blue_Whale’, una prescindible película de pantallas

    Por Eric Ortiz

    La pandemia empujó la popularización del formato cinematográfico conocido como screenlife, aunque, básicamente, es la evolución del found footage o metraje encontrado. En pantalla vemos otras pantallas, reflejando buena parte de nuestras vidas en el “nuevo milenio” y su desarrollo por medio de dispositivos electrónicos. Antes de 2020 pocos usaban Zoom, hoy día es la norma para reuniones a distancia, sean laborales, escolares o lúdicas.

    Si bien este tipo de películas han ganado terreno en el mainstream –hace siete años, por ejemplo, se estrenó la exitosa Eliminar amigo (Unfriended, 2014)–, actualmente nos encontramos ante una inevitable explosión del formato. No es coincidencia que uno de los proyectos de terror más populares del primer año en “cuarentena” haya sido Te cuidado a quién llamas (Host, 2020), de Rob Savage, que llevó el terror sobrenatural más clásico –una sesión espiritista que se sale de control– a una reunión de Zoom. Es un trabajo disfrutable de menos de 1 hora que va directo al grano, sus jump scares son efectivos. Sin inventar el hilo negro –si acaso inauguró el uso en cine de Zoom–, se estrenó vía streaming en el momento justo.

    Mientras que Savage fue “fichado” por Blumhouse, los pioneros del screenlife parecen estar reclamando su formato. Hablo de Bazelevs, la compañía fundada por el reconocido Timur Bekmambetov, responsable de la mencionada Eliminar amigo y los thrillers Buscando… (Searching, 2018) y Profile (2018). Para sorpresa de nadie, Bazelevs se sumó a los exponentes de este formato durante la pandemia: el año pasado Bekmambetov declaró a Deadline que tiene ¡unos 50 proyectos de diversos géneros en desarrollo! De hecho, firmó un acuerdo por cinco películas con Universal Pictures. Con la llegada de más y más filmes narrados a través de pantallas, es natural que la audiencia comience a buscar cualidades diferentes en cada propuesta.

    La rusa #Blue_Wale (2021), dirigida por Anna Zaytseva y producida por Bazelevs, está inspirada en un caso real: a partir de un reporte periodístico firmado por Galina Mursalieva en 2016, los suicidios de 130 jóvenes fueron ligados al reto de la “Ballena azul”, supuestamente difundido en grupos de Internet por “curadores” que ponían 50 retos a realizarse en 50 días, culminando en una invitación a quitarse la vida. Es un caso complejo que llegó a otros países provocando histeria, imitadores y arrestos. Todos los reportes al respecto enfatizan la imposibilidad de confirmar que cada uno de los suicidios haya sido realmente parte de este juego perturbador.

    La película comienza con dos hermanas adolescentes peleando, rápidamente se establece que Yulya (Diana Shulmina) es la consentida de su mamá (Ekaterina Stulova), la chica dulce que sabe manipular para que Dana (Anna Potebnya) sea injustamente la única regañada. Sin embargo, la verdadera trama arranca unos meses después, tras el shockeante suicidio de Yulya –videos del suceso circulan en la red–. Motivada por la creencia de que su madre la culpa por la tragedia, Dana decide indagar en la computadora de su hermana fallecida. Un perfil alterno en una red social similar a Facebook revela un lado de Yulya que nadie de su círculo cercano conocía: fotos provocadoras en paños menores, también posteos y archivos del juego de la “Ballena azul”. Cuando un detective desestima la evidencia compartida por Dana, porque los responsables del reto fueron arrestados años atrás, ella se convierte en investigadora, dispuesta a conocer la verdad sobre la tragedia de su hermana.

    #Blue_Wale está en la vena de thrillers que siguen al detectivesco personaje central mientras se adentra en aguas peligrosas, aquí, por ejemplo, la pantalla de computadora pasa a ser la de un teléfono inteligente cuando Dana –con el apoyo a distancia de su mejor amiga (Olga Pipchenko)– se mete a un departamento para indagar en la computadora de otra víctima. Es cuestión de tiempo para que la protagonista entre al juego suicida de la “Ballena azul”, con la intención de desenmascarar a los responsables. La película tiene reminiscencias del J-horror (terror japonés) hecho a finales de los años noventa y principio de los dosmiles: la curadora/antagonista principal recuerda a Sadako de El aro (Ringu, 1998). Aunque aquí no existe terror sobrenatural, el foco está en algunas de las 21 tareas que Dana debe completar, iniciando con dibujar algo que represente su dolor. Obviamente las tareas subirán de tono: debe cortarse las muñecas, “torear” a los carros en una avenida, pasearse semidesnuda por su escuela, traicionar a una persona de confianza, etc.

    #Blue_Wale también aborda los primeros pasos de un potencial romance entre Dana y Lesha (Timofey Eletskiy), un chico que participa en el reto, aunque él busca ponerle fin a sus días. El comentario contra el suicidio se subraya cuando Dana trata de hacerle ver su valía y en cómo la evidente falta de comunicación entre las hermanas y su madre desemboca en la importancia de entablar relaciones de confianza entre familiares. #Blue_Wale no pretende ser una película profunda sobre un tema por demás complicado, su propuesta es netamente de género, sobre todo en la confrontación de nuestra protagonista con la misteriosa enmascarada que controla el reto: “Ada Morte” es una antagonista imposible de engañar, maestra del hackeo y casi omnipresente, además se niega a aceptar que un joven recapacite antes del suicidio. Incluso puntos interesantes en la problemática relación entre Dana y su madre –piensa que su hija anda en drogas o, por la preocupación, la lleva a un hospital psiquiátrico, un punto argumental clásico en el terror: véase Candyman (1992) o El hombre invisible (The Invisible Man, 2020)– parecen meros obstáculos para Dana en la confrontación central.

    No es coincidencia que “Ada Morte” en ocasiones luzca como villana de slasher, con todo y cuchillo. Al final, #Blue_Wale es sobre una asesina o asesino que enfrenta en el clímax a la final girl (quien se revela como virgen como se acostumbra en el subgénero), sólo que todo es visto por medio de un live stream que incluye comentarios de los espectadores. Se le da un peso importante a la revelación de la identidad de “Ada Morte”, y es donde la película es previsible, con un desenlace poco contundente. Aunque tiene momentos efectivos, #Blue_Wale difícilmente se colocará entre las esenciales absolutas del creciente formato screenlife, que en palabras de Bekmambetov es “un nuevo lenguaje”. No obstante, si el público responde, este podría ser el primer capítulo de una franquicia.

    PD: Nunca entendí por qué un plot point involucra engañar a los responsables del reto suicida para que proporcionen sus datos en un sitio falso con una promoción para un concierto de Motörhead. La historia se desarrolla en 2019 y Lemmy Kilmister falleció en 2015, poniendo punto final a la trayectoria de la legendaria banda británica.

  • Fantasia 2021: ‘The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8’, un kaiju contra el coronavirus

    Fantasia 2021: ‘The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8’, un kaiju contra el coronavirus

    Por Eric Ortiz

    The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8 (2020) es la película del japonés Shunji Iwai, de quien ya les hablamos en el texto sobre la bella April Story (Shigatsu monogatari, 1998), para la pandemia de la COVID-19. Estrenada en Japón en julio del año pasado, esta producción tuvo su premiere norteamericana en el Fantasia International Film Festival. No es enteramente un exponente del formato screenlife, aunque buena parte de su duración está destinada a conversaciones por medio de Zoom, video selfies o videos de un canal de YouTube.

    Takumi Saitoh encabeza el reparto como un actor en confinamiento que ve a su industria detenida para evitar la propagación del virus. Shinji Higuchi (co-director de Shin Godzilla y parte de los escritores de la serie Neon Genesis Evangelion) se interpreta a sí mismo. So Takei es un restaurantero que está buscando empleo y Non es una actriz también en paro. El protagonista se comunica con cada uno de sus amigos para compartir charlas casuales sobre la vida en cuarentena: Higuchi piensa que será difícil volver a acostumbrarse a la normalidad; So expresa su incertidumbre por el futuro y su deseo de emborracharse juntos hasta el amanecer; y Non comparte unas recetas. Son charlas que se sienten naturales y que nos permiten identificarnos.

    Los encuentros virtuales se entrelazan con el concepto principal de la película, uno bastante peculiar: al inicio, por medio de un video, el protagonista revela que compró por Internet un kaiju (monstruo) de cápsula y ¡pretende criarlo para que luche contra el coronavirus! Usando como referencia aspiracional los videos grabados desde la bañera de una youtuber (Moeka Hoshi), cuyo kaiju está más desarrollado.

    A lo largo de The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8 Takumi documenta los cambios de forma de su kaiju, incluso aparecen otro par de huevos. Todas las evoluciones están hechas con lo que parece ser arcilla. Así tenemos un curioso repaso por una pequeña parte de la cultura pop japonesa, con Higuchi fungiendo como el experto: “en Japón ya tuvimos monstruos, aliens y luego fantasmas”, afirma sin ironía. Hay referencias directas a Ultraseven (Urutora sebun, 1967-1968) –en un punto Takumi tiene tres kaijus pequeños inspirados en Windom, Agira y Miclas–, El regreso de Ultraman (Kaettekita Urutoraman, 1971-1972) y a los mangas Demon Slayer y Jojo’s Bizarre Adventure.

    Asimismo, Non compra un alien por Internet, sin embargo resulta que el extraterrestre no puede verse por medio de Zoom. Entonces imaginen tener a Takumi y Non conversando sobre un alien que se supone está a un lado de la actriz, hasta habla japonés y se burla del protagonista, pero nosotros tampoco vemos nada… ¡y aún así funciona! Son bastante divertidas estas interacciones, inevitablemente te hacen preguntarte en el buen sentido: “¿qué carajo estoy viendo?”.

    The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8 se vuelve un tanto repetitiva. Hay algunas escenas que se sienten aleatorias sobre una suerte de performance de unas actrices que portan cabezas de kaijus de arcilla puestas digitalmente. Al final del día, Iwai comunica claramente su intención principal y convierte a The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8 en el mensaje a favor del uso de cubrebocas y la vacunación más singular que haya visto: estas herramientas contra el coronavirus están a nuestro alcance y no le piden nada a un heroico kaiju.