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  • Un repaso por las nominadas al Latin American Critics’ Award for European Films

    Un repaso por las nominadas al Latin American Critics’ Award for European Films

    Por Eric Ortiz

    Por segundo año consecutivo fui parte del jurado organizado por European Film Promotion (EFP), el cual otorga el Latin American Critics’ Award for European Films. Esta labor es una buena manera de acercarme al cine europeo actual, además de que invariablemente me obliga a salir de mi área de especialización/zona de confort: el cine de género.

    La mayoría de los 19 largometrajes en competencia fueron dramas de la vida cotidiana, explorando temas como la adolescencia (Little Trouble Girls) y la mediana edad (Smaragda – I Got Thick Skin and I Can’t Jump), las relaciones de pareja (el documental My Partners) y familiares (Beginnings), y las capacidad especiales (Sorda) o enfermedades (Late Shift). La dureza de la vida quedó por demás reflejada: la película francesa Ari, por ejemplo, es protagonizada por un veinteañero depresivo; la islandesa When the Light Breaks aborda el duelo inmediato de una joven tras un accidente trágico que le arrebata a su novio secreto; el filme luxemburgués Breathing Underwater nos adentra a un refugio para mujeres que han sufrido violencia doméstica; la representante suiza Late Shift muestra con lo que lidia una enfermera dentro de un hospital; la danesa Beginnings incluye a un matrimonio que ha decidido separarse; y la española Sorda retrata con empatía las dificultades de una mujer sorda que se convierte en madre. Aunque es necesario aclarar que muchos de estos dramas enfatizan en la calidez humana e infunden esperanza.

    Otro tipo de cine que apareció en la selección es el histórico. Este año terminé aprendiendo más sobre la agitación social en la Checoslovaquia de finales de los años 60 y la subsecuente invasión soviética (Waves). También acerca del Estado Eslovaco durante la Segunda Guerra Mundial y las tensiones entre eslovacos y húngaros, checos y alemanes –esto gracias a The Hungarian Dressmaker, la cual expone igualmente la persecución de los judíos–. El trabajo más notable de esta vertiente fue el documental Fiume o morte!, una recreación de la ocupación de Fiume liderada por el nacionalista italiano Gabriele D’Annunzio, quien después de la Primera Guerra Mundial y del fin del Imperio austrohúngaro, buscaba la anexión de esta ciudad al Reino de Italia.

    Dos películas en específico llamaron la atención por desarrollarse en el Medio Oriente: Happy Holidays, representando a Alemania, tiene lugar en Israel, mientras que la austriaca Moon lleva a su protagonista hasta Jordania. Si bien ambas tienen atributos, sin duda son las que más conflicto me causaron. Happy Holidays abarca los problemas de varios personajes, entre ellos una familia árabe; no obstante, entra en un terreno nebuloso, su visión crítica de la sociedad israelí bien podría parecer por momentos un despliegue patriótico, aunado a que cualquier mención explícita a Palestina es inexistente. Y Moon no evita tener el “complejo del salvador blanco” de la mano de una ex peleadora de MMA, quien termina intentando ayudar a tres chicas a liberarse del yugo de su propia familia.

    El cine de género, en realidad, sí tuvo cierta presencia. La película belga Night Call me pareció, desde el Fantastic Fest del año pasado, un thriller de crimen efectivo –con un protagonista muy carismático–, cuyo elemento político respecto a la brutalidad policial y al Black Lives Matter se siente un tanto forzado. El drama sci-fi portugués The Best of All Worlds hace referencia al terremoto de Lisboa de 1755, para luego imaginar lo que pasaría si, en 2027, la ciencia y la tecnología permiten a un grupo de investigadores tener una predicción potencialmente correcta de un temblor. Mientras que Meat sigue a una familia a punto de abrir una carnicería y es una suerte de noir rural, al situarse en una aldea griega e involucrar corrupción, asesinato y extorsión.

    Como miembro del jurado sólo puedes votar por tres películas. Mis elegidas este año fueron Meat y un par de los dramas humanos, más amenos que otros: la neerlandesa Three Days of Fish –que se enfoca en la nostálgica visita anual de un señor a su antigua ciudad, Rotterdam, donde radica su hijo–, y la irlandesa Christy –con un adolescente vulnerable que podría irse por el camino correcto o todo lo contrario–. La ganadora del Latin American Critics’ Award for European Films, que se escoge a partir de tres finalistas, será anunciada en el próximo Festival Internacional de Cine en Guadalajara.

  • Cannes 2024: ‘The Substance’, una de las mejores películas de género del año

    Cannes 2024: ‘The Substance’, una de las mejores películas de género del año

    Por Eric Ortiz

    Sin tanta expectativa –porque Revenge (2017), ópera prima de la directora Coralie Fargeat, no me había entusiasmado como a la mayoría de especialistas del cine de género–, entré a una función nocturna de The Substance (2024) en el marco del Festival Internacional de Cine de Cannes. La decisión fue una muy grata sorpresa, como una inyección de adrenalina de casi dos horas y media, dado que es una película estilizada –constantes closeups, edición energética, sonido a tope–, sumamente intensa de principio a fin, divertida, grotesca y sin mesura.

    The Substance me atrajo desde su inicio porque pertenece al tradicional cine sobre Hollywood y su lado más oscuro y frío (El congreso, Mapa a las estrellas): vemos la cámara fija apuntando a la estrella en el Paseo de la fama de la actriz Elizabeth Sparkle, mientras va pasando el tiempo y su fama quedando en el olvido. En el presente, Sparkle (interpretada de gran manera por Demi Moore) trabaja como host de un show para televisión de aerobics, aunque pronto se entera que los altos mandos, entre ellos su jefe directo (Dennis Quaid, quien también destaca como un grotesco ejecutivo llamado Harvey), buscan rejuvenecer el programa. Sin trabajo y tras un accidente automovilístico, provocado por una distracción ligada al fin de la era de poder ver su rostro en anuncios espectaculares, Sparkle termina conociendo “la sustancia” titular, algo propio del sci-fi.

    Cuando un personaje decide lidiar con cualquier cosa que hace lo impensable –en este caso rejuvenecerla por medio de otro cuerpo (Margaret Qualley) que sale del matriz– sabemos que será cuestión de tiempo para que todo se salga de control, aún si aquí las reglas establecidas por los turbios proveedores son claras –así como las etiquetas de los productos requeridos–, entre ellas que no se debe activar “la sustancia” más de una vez y que cada siete días se debe cambiar al cuerpo matriz.

    Así tenemos en Sue (Qualley) –quien naturalmente logra convertirse en el reemplazo de Sparkle para la nueva y más sexualizada versión del show televisivo– a la juventud, la creciente fama, la fiesta y la atención de los hombres. Sin embargo, cada siete días está la difícil “vuelta a la realidad” y ambas se comienzan a resentir mutuamente, aunque claro, son una misma. The Substance podría leerse como metáfora de cualquier tipo de adicción que causa la pérdida del autocontrol, aún sabiendo que habrá consecuencias.

    The Substance es, como se pueden imaginar, uno de esos exponentes de género que traza muy bien su premisa y se dirige exactamente a los lugares hacia donde tiene que ir, pero lo importante es que lo hace de una manera memorable y sorprendente por su desmesura. El body horror (terror corporal) llega a niveles que me hicieron pensar en las brujas (la idea clásica que las brujas esconden su físico real en cuerpos hermosos y seductores como recordó Robert Eggers en La bruja); en  David Cronenberg –curiosamente The Substance se presentó en Cannes un día antes de The Shrouds (2024), su nuevo trabajo– y Stuart Gordon, por ahondar en el lado monstruoso y grotesco; y hasta en el fantaterror japonés por su explosión gore.

    Si en Cannes algunos críticos consideraron que debió ser parte de las Midnight Screenings, está demás decir que The Substance, antes de su inevitable llegada en varios territorios gracias a Mubi, conquistará los festivales especializados donde se presente, como Fantasia, Fantastic Fest o Sitges.

  • Cannes 2024: ‘The Girl with the Needle’, un potente drama de época

    Cannes 2024: ‘The Girl with the Needle’, un potente drama de época

    Por Eric Ortiz

    Una de las primeras nominadas a la Palma de Oro que se presentaron este año en el Festival Internacional de Cine de Cannes fue The Girl with the Needle (Pigen med nålen, 2024), gran drama danés filmado en blanco y negro y ambientando en la parte final de la Primera Guerra Mundial y en la época posterior al conflicto.

    La protagonista es Karoline (Vic Carmen Sonne), una mujer joven a quien conocemos mientras su casero la desaloja por falta de pago. Evidentemente su situación es precaria, además de que no tiene noticias desde el frente de su esposo, ni un certificado de su muerte que le podría permitir cobrar un subsidio. Ella trabaja en una fábrica de costura y eventualmente empieza a relacionarse con el dueño (Joachim Fjelstrup), quien conoce su situación y le ofrece soporte.

    A Magnus von Horn, director y co-guionista, le interesa crear un potente retrato de la época por lo que entrelaza varios temas que sostienen la dureza del relato. En lo personal la serie Boardwalk Empire (2010-2014), aunque también la historia del cine de terror, me llevó a prestarle atención al hecho que soldados que en épocas previas no hubieran sobrevivido a sus heridas, volvían de la Primera Guerra Mundial desfigurados, usaban máscaras y, ciertamente, batallaban para incorporarse a la sociedad. Ahí está el personaje de Boardwalk Empire que constantemente le provoca miedo a un niño y lo que subyace también en esos “monstruos” mundanos de filmes como El fantasma de la ópera (The Phantom of the Opera, 1925). En The Girl with the Needle, von Horn conecta estos aspectos a los freak shows y, probablemente, es un admirador de la obra maestra del pre-code horror Fenómenos (Freaks, 1932), de Tod Browning.

    The Girl with the Needle deviene en un choque de las clases sociales cuando resulta que la madre del dueño de la fábrica es una baronesa que no apoya que su hijo se case con nuestra protagonista, quien está embarazada. Aunque ahí no se detiene la trama, dado que la película está también inspirada por un crimen real: el caso de una asesina serial de bebés (interpretada aquí por Trine Dyrholm). En apariencia es una película que quiere hacer demasiado, sin embargo logra que su historia fluya y, como decía, el director cumple con su cometido de adentrarnos a una época de días severos y horror mundano.

    Todo lo que provocaría que una madre quisiera abortar o dar a su bebé a alguien más para que tenga una mejor vida; todo lo que provocaría que alguien tenga que lidiar con su realidad, sus arrepentimientos o problemas mentales probablemente no diagnosticados, usando morfina o incluso éter (ecos de The Master: Todo hombre necesita un guía); y por supuesto el horror y la locura pura, todo está presente en The Girl with the Needle –también, eso sí, un dejo de esperanza al final–. Si me preguntan, podría aparecer en el palmarés final de Cannes, sobre todo las dos actrices principales.

  • Cannes 2024: Quentin Dupieux continúa divirtiendo con ‘The Second Act’

    Cannes 2024: Quentin Dupieux continúa divirtiendo con ‘The Second Act’

    Por Eric Ortiz

    The Second Act (Le deuxième acte, 2024) es la nueva película de Quentin Dupieux con la que se inauguró la edición 77 del Festival Internacional de Cine de Cannes. Llama la atención que es una coproducción de Netflix y si bien esto podría significar que Dupieux llegue eventualmente a muchísima más gente, no hay nada de qué preocuparse en el sentido que su cine sigue siendo muy peculiar.

    Asimismo, Dupieux continúa una racha prolífica y de mucha calidad, que incluye títulos recientes como Incredible But True (Incroyable mais vrai, 2022), Smoking Causes Coughing (Fumer fait tousser, 2022) y Yannick (2023).

    Al inicio de The Second Act vemos a los amigos David (Louis Garrel) y Willy (Raphaël Quenard) caminando juntos y charlando sobre una peculiar propuesta: David quiere que Willy le ayude a quitarse de encima a una mujer que lleva un buen rato tratando de seducirlo. Willy cree que hay algo sospechoso: ¿por qué un galán como su amigo querría “cederle” a una bella chica? Willy se pregunta si podría tratarse de una mujer trans y dice, sin reparo, que eso le daría asco.

    El cine de Dupieux suele lidiar con la relación que tiene la ficción y sus creadores con su audiencia (Rubber, Yannick). En un momento que va por esta línea, el personaje de Garrel le advierte a Willy que no puede decir algo así sobre las mujeres trans porque están siendo filmados. Willy, uno de esos zopencos carismáticos, reformula viendo directamente a la cámara, pero luego sigue haciendo comentarios que incomodan a David (y seguramente a más de uno en Cannes). También expresa su descontento por la preocupación de su colega actor de ser cancelados y perder su trabajo –por ahí hasta hace una referencia a Mel Gibson y su infame rant antisemita–. Quenard, quien también brilló en Yannick, es hilarante.

    The Second Act es cine sobre cine, en particular sobre actores, quienes tratan de llevar a cabo un día de rodaje de una película romántica, situación que se vuelve más y más caótica. Los otros dos personajes principales son Florence (Léa Seydoux) y Guillame (Vincent Lindon), quienes en la película dentro de la película interpretan respectivamente a la mujer que está enamorada de David y a su papá. Un extra (Manuel Guillot) pasa a tener prominencia en un pasaje posterior divertidísimo: su estrés incontrolable por tratarse de su debut cinematográfico, no le permite cumplir con su rol de mesero en una escena al interior de un restaurante bar.

    Con el humor que lo caracteriza, Dupieux lidia con el mundo actoral y también con el estado actual de la industria fílmica. Además de la cultura de la cancelación, y esa preocupación de los actores por mantener la mejor imagen posible ante la opinión pública (aún sin en privado actúan inmoralmente), otros temas que salen a relucir son: el propósito de seguir actuando en un mundo en llamas, la hipocresía y conveniencia –ya verán cómo cambia la visión del actor amargado (Lindon) cuando recibe una llamada ligada a Paul Thomas Anderson–, las envidias, el estereotipado uso de cocaína, el Me Too, los agentes, y la época actual cuando los algoritmos son en apariencia más importantes que las voces autorales, las audiencias parecen alejarse de las salas, y la inteligencia artificial deja de ser mero tema sci-fi y gana terreno.

    The Second Act explora otras ideas sobre las apariencias y la conexión entre ficción y realidad, dado que aquí no todo es lo que parece. Lo que es una verdad absoluta es la capacidad de Dupieux de hacernos reír de principio a fin.

  • Cannes 2023: Aki Kaurismäki y su hermosa película ‘Fallen Leaves’

    Cannes 2023: Aki Kaurismäki y su hermosa película ‘Fallen Leaves’

    Por Eric Ortiz

    Fallen Leaves (Kuolleet lehdet, 2023), del veterano finlandés Aki Kaurismäki, es la primera película vista en el Festival Internacional de Cine de Cannes que hace referencia directa a la invasión rusa de Ucrania: los reportes se escuchan constantemente en la radio. Sin duda, el finlandés ha sido un cineasta político a lo largo de su carrera, basta recordar que sus dos trabajos de la década pasada fueron sobre migrantes y refugiados (Le Havre: El puerto de la esperanza y El otro lado de la esperanza), aunque –como es su costumbre–, Fallen Leaves se enfoca otra vez en la vida cotidiana de personas de la clase trabajadora, tanto en sus momentos complicados como aquellos especiales por los que vale la pena continuar.

    Fallen Leaves refleja que actualmente no es un buen momento para los trabajadores en Helsinki, un tema de resonancia universal: trabajos que pagan poco, sin condiciones seguras y, en general, faltos de consideración por sus empleados. Todo en un mundo donde hasta rentar internet para buscar empleo tiene un costo elevado.

    Es en este difícil entorno que dos personas se conocen: Ansa (Alma Pöysti) y Holappa (Jussi Vatanen). En una de las secuencias más hermosas, humanas y divertidas de todo el festival –y de lo que va del año–, ambos van por un café y un pan. Él invita porque ella acaba de perder otro empleo –en un pub tras el arresto del encargado por vender drogas–. Luego van a un cine local, que se siente de una época pasada, donde los cinéfilos pueden ver una película de zombies de Jim Jarmusch –¡y compararla con Robert Bresson y Jean-Luc Godard!–, una sobre el Dr. Fu Manchú o algo del propio Godard. Que Holappa pierda el número de Ansa, de quien aún no sabe su nombre, es sólo el inicio de varios “obstáculos” para que esta relación, benéfica para ambos, pueda desarrollarse de buena forma.

    Kaurismäki sigue prestando atención a esos momentos que rompen el tedio de la vida adulta: refleja su gusto por la música y por pasar el rato en un pub con buenos amigos. No por nada, una de las primeras secuencias –de hecho, cuando los protagonistas se ven por primera vez– transcurre durante un viernes por la noche, con bebidas y karaoke –el amigo de Holappa es muy gracioso porque está sumamente orgulloso de su habilidad para cantar–. Pero Kaurismäki no deja de mostrar un lado más oscuro, al grado que Fallen Leaves es también un retrato del alcoholismo: el círculo vicioso en el que está inmiscuido Holappa, afecta su vida laboral y amorosa. 

    Asimismo, Kaurismäki nos recuerda los duros golpes que la vida da repentinamente. Por un momento pensé que quizás ahora no habría una resolución esperanzadora, más allá de su constante humor característico, pero al contrario: cada complicación y un suceso que raya en la tragedia absoluta, sólo abonan a un bello desenlace –que, me parece, todos en la audiencia deseábamos–.

    En este mundo es mejor caminar acompañados.

  • Cannes 2023: Quentin Tarantino presentó ‘Rolling Thunder’ en 35mm; charló sobre Paul Schrader y John Ford

    Cannes 2023: Quentin Tarantino presentó ‘Rolling Thunder’ en 35mm; charló sobre Paul Schrader y John Ford

    Por Eric Ortiz

    Quentin Tarantino llegó al Festival Internacional de Cine de Cannes para participar en las actividades de la Quinzaine des Cinéastes. Para los responsables de esta sección paralela del festival, la presencia del director hollywoodense significó rectificación histórica porque en su momento, hace más de 30 años, desaprovecharon la oportunidad de tener en su selección la ópera prima del realizador: Perros de reserva (Reservoir Dogs, 1992).

    Así que para sacarse la espina, en esta ocasión la Quinzaine des Cinéastes le dio plena libertad a Tarantino de escoger una película para proyectar en el Teatro Croisette, durante la tarde del jueves 25 de mayo. La elección se mantuvo en secreto hasta que el propio Tarantino reveló que veríamos en 35mm una de sus viejas favoritas: Rolling Thunder (1977), de John Flynn, en la que William Devane es un ex prisionero de guerra que peleó en Vietnam. Poco tiempo después de su regreso a Estados Unidos, su familia es asesinada como consecuencia de un robo en su propia casa. Sin pensarlo dos veces, decide localizar y asesinar a los responsables.

    Tarantino, durante los 90, tuvo una compañía de distribución llamada Rolling Thunder y, en 2012, incluyó a la película en su lista de Sight & Sound como una de sus 12 cintas preferidas de todos los tiempos. Además, en Cinema Speculation –su libro más reciente–, este filme de veteranos de guerra, tragedia y venganza es analizado a profundidad. Por ende, cualquiera que haya seguido de cerca su carrera, como es mi caso, seguramente se había encontrado con Rolling Thunder en más de una ocasión, pero… no en 35mm, ni con un público efervescente.

    Esto último se debió a una petición puntual de Tarantino a la audiencia durante su introducción: comportarse menos como franceses y más como los asistentes de un grindhouse estadounidense. Y así fue, disfrutamos y celebramos cada acción violenta rumbo a la venganza del personaje de Devane; además, claro, ese emocionante momento que precede al clímax con el amigo y colega del protagonista –interpretado por Tommy Lee Jones–, uniéndose a la misión sin titubear en lo más mínimo: “I’ll just get my gear”.

    Hubo una charla con Tarantino después de la proyección que versó sobre Rolling Thunder y otros de los filmes y temas que se exploran en Cinema Speculation. Por ejemplo, que Paul Schrader no reconoce a Rolling Thunder por todos los cambios que le hicieron a su guión. Tarantino comparó esto con su sentir hacia Asesinos por naturaleza (Natural Born Killers, 1994), aunque le dio su bendición a quienes sí les gusta lo hecho por Oliver Stone: “a Johnny Cash realmente le gustaba Asesinos por naturaleza. Una vez me lo encontré en un elevador, me dijo: ‘June y yo realmente amamos Asesinos por naturaleza‘, y no le dije que estaba en lo incorrecto”.

    A partir de otro punto que Tarantino hace en el libro sobre la violencia cinematográfica, le preguntaron algo genuinamente interesante: ¿hay alguna película que no le guste porque la violencia en ella es injustificada? Lo pensó un poco y luego se refirió, aunque no por nombre, a filmes como los italianos de caníbales: “es más algo moral, lo hicieron mucho en películas europeas y asiáticas, tengo un problema con matar animales, es un puente que yo no puedo cruzar. Todo esto funciona porque es fantasía, por eso puedo soportar las escenas violentas, sólo estamos jugando, somos como niños jugando, la sangre no es real, la gente no es lastimada. He matado ratas, pero no quiero matar a una rata en una película, no quiero ver cómo muere en una película porque no pago para ver una muerte real”.

    En Cinema Speculation, Tarantino remarca que Schrader y Martin Scorsese admiran tanto a John Ford que películas como Who’s That Knocking at My Door (1967), Taxi Driver (1976), Rolling Thunder y Hardcore (1979) hacen referencia a Más corazón que odio (The Searchers, 1956). Durante la época de Django sin cadenas (Django Unchained, 2012), Tarantino afirmó que odiaba al “racista” Ford, así que su charla en la Quinzaine des Cinéastes sirvió para expresar su pensamiento actual sobre el cineasta que sin duda cambió el rumbo del western:

    “Yo hablaba de cancelar a John Ford antes de que la gente hablara de cancelarlos por su trabajo pasado. Me di cuenta que es una acción de ojetes, te puede disgustar algo, puedes encontrar algo de otro tiempo problemático, pero simplemente es lo que es. Por ejemplo, ¿tengo problemas con la absolución dada al coronel genocida de Henry Fonda en el final de Fort Apache (1948)? No sólo el personaje de John Wayne le da la absolución, la película parece darle la absolución. OK, me puede disgustar ese final pero es probablemente una representación justa porque no creo que alguien lo cuestionara, al menos no la gente blanca. Eso te hace saber de dónde venía la gente en los años cuarenta, es una declaración realista. Entonces no se tiene que ir a la basura, se tiene que examinar”.

    ¿Y qué opina Tarantino hoy en día en particular de Más corazón que odio?

    “Por años no la aprecié, aunque siempre me gustó la actuación de Wayne e, incluso, su personaje racista hijo de puta, pero no me gustaba Jeffrey Hunter. Simplemente no me gustaba la película, como no me gustan muchos melodramas western de los años cincuenta. Nunca entendí por qué Milius, Spielberg, Scorsese y Schrader siempre la ponían en un pedestal. Es interesante que al más grande admirador de Ford, Peter Bogdanovich, le guste Más corazón que odio pero no tanto como a esos otros tipos. Pero luego, al escribir Cinema Speculation decidí verla otra vez y me gustó. Esta vez la entendí, vi más de lo que habla Scorsese, especialmente del personaje de Wayne. Todavía no la amo como ellos. Pero tengo que decir que me pareció conmovedora la comunidad de estos personajes blancos. Sigo más del lado de Scar (Henry Brandon), y no le compro que Debbie (Natalie Wood) regrese con Ethan (Wayne), pero aún así me conmovió”.

    Finalmente, el moderador le preguntó a Tarantino sobre The Movie Critic, su próximo trabajo que pondrá punto final a su carrera como director. Aunque se dijo tentado a compartir incluso algunos de los monólogos de los personajes, el cineasta al final resistió la tentación: “tendrán que esperar hasta ver la película”.

  • Cannes 2023: ‘Project Silence’, un satisfactorio thriller de acción surcoreano

    Cannes 2023: ‘Project Silence’, un satisfactorio thriller de acción surcoreano

    Por Eric Ortiz

    Project Silence (Talchul: Project Silence, 2023), parte de la sección de Medianoche del Festival Internacional de Cine de Cannes, es cine de género en su estado más puro, no por nada provocó que un buen número de personas salieran de la sala Agnès Varda. Algo que nunca habría ocurrido, por ejemplo, en Fantastic Fest o Mórbido Fest.

    La película del director surcoreano Kim Tae-gon introduce a varios personajes que, aunque no lo imaginan, pronto van a tener que hacerle frente a una situación extraordinaria, propia del cine de género con un toque sci-fi: en un puente cerca del aeropuerto, un hombre maneja a exceso de velocidad mientras hace un live stream, provocando un aparatoso accidente vehicular y liberando por azar un grupo de perros –hechos con buen CGI– que es parte de un proyecto militar secreto. Los canes eventualmente quedan programados para atacar a los sobrevivientes del caos.

    Project Silence es un thriller de acción a gran escala, en la vena de los blockbusters occidentales. Aunque al provenir de Corea del Sur, su referente inmediato es Estación Zombie: Tren a Busan (Busanhaeng, 2016), con la que comparte a un guionista. No sólo por su forma sino por algunos de sus temas: aquí los personajes principales también son un padre y su pequeña hija. El papá (Lee Sun-kyun) tiene un puesto político y constantemente queda evidenciado su egoísmo. En el departamento de seguridad donde trabaja, de hecho, aprobaron el programa secreto que ahora los pone en peligro. Mientras él, su hija y otras personas –el clásico bribón colorido, un científico, una jugadora de golf y su asistente y una pareja de ancianos–, están rodeados de peligrosos perros, en un puente que se está derrumbando durante una noche con neblina, el tipo prioriza salvar su pellejo. Pero, como es de esperarse, este personaje encontrará su redención. Ciertamente, todo es muy similar a lo que sucede en Estación Zombie: Tren a Busan.

    Project Silence hace énfasis en un gobierno que abandona a su suerte a sus ciudadanos. Aunque la película carece de algún set piece de acción verdaderamente extraordinario o hiperviolento, los extraños que se ven obligados a trabajar en equipo entregan un clímax entretenido y ciertos momentos emocionales decentes.

    Al corazón de Project Silence se suma el trasfondo de los perros, en particular el de su hembra alfa, alineándose con lo visto apenas hace unas semanas en la historia de Rocket Raccoon en Guardianes de la Galaxia Vol. 3 (Guardians of the Galaxy Vol. 3, 2023): cruel experimentación con animales, en el caso surcoreano con fines militares y económicos. Project Silence no está al nivel de las películas arriba mencionadas –ni de El planet de los simios: (R)Evolución (Rise of the Planet of the Apes, 2011), con la que también tiene elementos en común–, pero es un satisfactorio exponente de género.

  • Cannes 2023: Amat Escalante habla sobre ‘Perdidos en la noche’

    Cannes 2023: Amat Escalante habla sobre ‘Perdidos en la noche’

    Por Eric Ortiz

    Amat Escalante regresó a la Croisette, exactamente 10 años después del estreno de Heli (2013), filme por el que ganó el premio a Mejor Director de este prestigioso festival.

    Con Perdidos en la noche (2023), Escalante continúa abordando temas similares, ligados a una de las épocas más violentas de México. La oposición hacia una mina que opera con capital extranjero, provoca que un grupo de policías municipales ejecuten acciones brutales. Tres años después, Emiliano (Juan Daniel García) –el hijo de una mujer desaparecida que encabezó los reclamos a la mina–, termina con una pista clave que podría traer la resolución que tanto han buscado él y su hermana.

    Aunque hay un eventual pasaje en la película que hace referencia explícita al narco –y a una bala que le arrebata la vida a una niña–, en esta ocasión el realizador mexicano se concentra en un ángulo diferente: dicha pista lleva a Emiliano a trabajar en la casa de una familia bastante excéntrica, así se relaciona con Rigoberto, un polémico y provocador artista contemporáneo (Fernando Bonilla) –odiado por un culto religioso conocido como los aluxes–, una famosa actriz y cantante (Bárbara Mori), y la hija de ella: una joven influencer (Ester Expósito).

    La relación de Emiliano con una chica local comienza a experimentar altibajos –por ahí vemos una escena de masturbación mutua que podría causar controversia por ser parcialmente explícita– y empieza a conectar con el personaje de Expósito. Al tiempo que va creciendo su sospecha de que, por más improbable que parezca, una pareja de famosos están ligados de alguna forma a esa mina manchada de sangre.

    Un día después del estreno en Cannes de Perdidos en la noche, tuve la oportunidad de estar en una mesa redonda con Escalante y otros periodistas internacionales. Mis preguntas estuvieron ligadas con cierta impresión: si bien sigue reflejando la realidad violenta e impune de nuestro país, ahora ha decidido conectarla con el mundo del arte y del entretenimiento:

    “Hay muchos artistas mexicanos que son importantes en el mundo, que pueden vivir de su arte. La idea de usar su entorno, que puede ser bastante injusto, violento y trágico para la gente que los inspira, ¿qué conlleva? También es parte de mí, porque vivo en Guanajuato, que se ha convertido en los últimos 10 años en el estado más violento de México. Eso inspira el arte, como lo hice en Heli, pero estoy cuestionando el uso de eso para contar una historia y entretener a la gente. Me gusta pensar que provoca reflexión sobre la situación y quizás eso ayude. Pero si no, ¿cuál es el propósito de usar la tragedia de alguien para una historia o una pieza de arte? Tampoco es un concepto nuevo, así funciona el storytelling, tienes que buscar la tragedia, el drama o la comedia. Usas elementos de la vida real con los que la gente que los vivió no se va a entretener, pero quizás estás entreteniendo a otras personas. Estoy cuestionando mi propia experiencia como cineasta, jugando con esta idea para ver qué pasa, desde ese ángulo similar al de Rigoberto”.

    Asimismo, Perdidos en la noche hace referencias directas a los abusos que las mujeres sufren en la industria del entretenimiento. Por ejemplo, una de las piezas de arte de Rigoberto está inspirada en las denuncias de su pareja en contra de un productor. Al mencionar que Perdidos en la noche es su primera película desde el Me Too, Escalante dijo lo siguiente:

    “Hay elementos que realmente no existían antes, esta idea de acusaciones públicas. Bueno, sí existían, pero no tan estructuradas: ahora sólo puedes decir ‘el movimiento Me Too’ y sabemos de qué estás hablando. Definitivamente cambió el mundo del arte y el cine. Es algo cercano a mí, es interesante con sus complejidades y beneficios. Al mismo tiempo, te sorprende lo poco que ha cambiado, siempre me sorprende escuchar nuevos casos, ¿en serio? ¿los hombres siguen pensando que se pueden salir con la suya? Pero lo hacen. Es un tiempo interesante”.

    Perdidos en la noche será distribuida en México por Pimienta Films.

  • Cannes 2023: ‘Black Flies’ intensifica la competencia

    Cannes 2023: ‘Black Flies’ intensifica la competencia

    Por Eric Ortiz

    Después de un par de películas con un ritmo calmado, Black Flies (2023) inyectó una dosis de intensidad pura a la noche del segundo día de actividades en el Festival Internacional de Cine de Cannes.

    El director Jean-Stéphane Sauvaire retrata la ardua labor a la que se enfrentan los paramédicos, al atender las emergencias en una ciudad inmensa como la de Nueva York. Black Flies –cuyo título hace referencia al olor a muerte que atrae a las moscas– sigue a un novato (Tye Sheridan), asignado por el jefe (breve participación del mismísimo Mike Tyson) como compañero del clásico veterano experimentado, quien suele seguir sus propias reglas: Gene (Sean Penn).

    Black Flies encuentra su potencia a la hora de reflejar el brutal nivel de estrés inherente de este oficio. El joven paramédico interpretado por Sheridan lidia con situaciones de vida o muerte, gente sumamente hostil y criminales inmisericordes; incluso, con sus propios colegas, que lo ven por debajo del hombro o le juegan mórbidas bromas de pésimo gusto. En un punto, el desahogo total de Sheridan en un club nocturno es más que entendible.

    Black Flies también muestra la camaradería entre Sheridan y Penn (ambos de excelentes actuaciones) –que en ocasiones se torna “incorrecta” con chistes de pedofilia, o cuando Gene declara su odio por los ciclistas– y algo de sus vidas personales. El joven aún aspira a obtener un título universitario de médico, al tiempo que su relación con una madre soltera se vuelve más seria. El veterano adora a su pequeña hija, pero se alejará todavía más de ella por la nueva relación de su ex esposa (Katherine Waterston).

    Todo es usado para remarcar que el trabajo de estos paramédicos, siempre al límite y para nada adecuado si buscas desarrollar una relación sana, los pone en una situación peligrosa: en cualquier momento podrían quedar rebasados, “enterrados” por la sordidez con la que conviven. Black Flies explora ese lado oscuro que, sin duda, se podría pensar como equivalente a lo que pasa con los policías: hay paramédicos cuya conducta se vuelve inmoral. Por ahí aparece Michael Pitt con actitud antagónica cada vez que Penn es suspendido. Y la película lleva a nuestro veterano coprotagonista a su punto más lóbrego posible.

    Aunque no todo es pesimista en Black Flies, sobre todo con el personaje de Sheridan  –además de que también hay casos de emergencias con un desenlace motivador para los paramédicos cuya intención es ayudar–, Sauvaire hace explícito su cometido: generar conciencia sobre esos paramédicos que se ven totalmente rebasados. Eso es algo que el cineasta logra.

  • Cannes 2023: Kore-eda y Corsini inician la competencia por la Palma de Oro

    Cannes 2023: Kore-eda y Corsini inician la competencia por la Palma de Oro

    Por Eric Ortiz

    Monster (2023)

    La primera película de la Competencia Oficial que vi en el Festival Internacional de Cine de Cannes fue el drama Monster (Kaibutsu), del japonés Hirokazu Kore-eda. Al inicio, sigue a una madre junto a su pequeño hijo y temas como la pérdida salen a relucir, dado que el padre de esta familia falleció tiempo atrás. Sobre todo se enfoca en el caso del aparente bullying que sufre el niño por parte de uno de sus maestros: cuando la mamá reclama y vuelve a reclamar por los hechos, la directora de la escuela y sus súbditos sólo ofrecen disculpas banales. Su actitud es tan encabronante como absurda, aunque al final terminan por despedir al profesor. No obstante, la versión de éste empieza a filtrarse desde este pasaje, poniendo en duda todo: quizás el niño protagonista sea el verdadero bully de otro compañero.

    Ese juego narrativo con lo que parece ser la verdad absoluta, pero no lo es, es el núcleo de Monster. La noche de un incendio es el punto de partida sobre el que vuelve la historia, pero siempre desde un ángulo distinto. Por eso las comparaciones con Rashomon (1950), de Akira Kurosawa, no se hicieron esperar en la famosa Croisette; aunque también remite a El tercer asesinato (Sandome no satsujin, 2017), del propio Kore-eda.

    Lo interesante es que los pasajes subsecuentes –contados desde la perspectiva del maestro y de los dos niños principales– no sólo son muy efectivos al poner en evidencia que nada es lo que parece, sino que van sumando información relevante: en particular las acusaciones que podrían ser falsas que destruyen carreras y vidas enteras –no sería incorrecto decir que Kore-eda está haciendo un comentario sobre la “cultura de la cancelación” y cómo la opinión pública, en ocasiones, pesa más que la verdad–. Muy al estilo de la reciente Close (2022), una amistad cercana entre niños saca a relucir la intolerancia hacia las relaciones LGBTI.

    Monster es, sin duda, otro punto valioso dentro de la filmografía del gran cineasta nipón.

    Le retour (2023)

    Otra de las películas que aspiran a la Palma de Oro es Le retour, de la francesa Catherine Corsini, la cual se centra en dos hermanas y su madre, quienes luego de 15 años en Francia, vuelven a Córcega, lugar que el fallecido padre de la familia llamaba hogar. Ahora la mamá trabaja como niñera de una familia blanca, mientras las jóvenes conocen el lugar donde nacieron y entablan nuevas relaciones.

    Le retour es un coming-of-age ameno y sexual, con la mayor de las hermanas viviendo un romance con la hija del “patrón” –curiosamente, en un punto se da a entender que habrá intolerancia como en Monster, aunque aquí nunca se hace énfasis en el tema–. Mientras que la carismática y desvergonzada hermana menor se mete en problemas con un joven local.

    Le retour aborda el pasado trágico que aún guarda secretos para las hermanas y, en general, las tensiones y los descontentos entre familiares –la hermana mayor, por ejemplo, en un punto reniega de su familia–. Éstos resultan momentáneos porque Corsini busca subrayar, previsiblemente, que el amor que existe entre sus protagonistas siempre termina sobreponiéndose.