‘Prisionero 99’: Violencia explícita y gozosa

Por Eric Ortiz

Prisionero 99 (Brawl in Cell Block 99, 2017), la segunda película del director S. Craig Zahler (Desierto de huesos, 2015), lo consolidó como una de las nuevas voces a seguir en el panorama del cine de género. La película no es para todo público, no sólo por su violencia explícita, sino porque en un punto su trama se apega a las reglas de un videojuego –con el protagonista superando diversos “niveles”– y se siente cercana al cine de explotación de antaño.

Vince Vaughn, dando una actuación brutal que lo lleva a otro nivel, es Bradley Thomas, un hombre maduro que en un mismo día pierde su trabajo honesto y descubre que su esposa Lauren (Jennifer Carpenter) lo engaña. Luego de descargar toda su ira destruyendo a puño limpio el carro de su mujer, Bradley está listo para salvar su matrimonio, intentar procrear otra vez tras una experiencia traumática, y conseguir un mejor trabajo. Tiempo después, todo marcha acorde a este plan. No obstante, Bradley ha tenido mejores ingresos traficando drogas, lo que naturalmente terminará por arruinarlo todo.

Zahler, inicialmente novelista y guionista, tiene la paciencia y el pulso necesario para desarrollar poco a poco el trasfondo humano de Prisionero 99. Zahler no tiene miedo de crear el escenario más trágico posible para sus protagonistas: Bradley termina sentenciado a siete años en prisión tras una transacción de drogas que se salió de control, dejando sola a su esposa embarazada. La relación entre Bradley y Lauren no deja de ser la clave en medio del infierno que se desata dentro y fuera de prisión.

El filme entiende a la perfección que la violencia sin sentido no tiene el mismo efecto. Al mismo tiempo, construye una trama propia de una propuesta que no teme alejarse de la realidad para aterrizar en un glorioso, divertido y violento universo cinematográfico. La breve aparición del legendario Udo Kier –como el mensajero del antiguo socio criminal del protagonista– marca el inicio de una misión extrema para Bradley: si quiere que su esposa y su bebé no nacido se mantengan a salvo, tendrá que trasladarse a una prisión de máxima seguridad (dirigida por el personaje de Don Johnson) y matar a uno de los peligrosos prisioneros del llamado bloque 99. Obviamente para llegar a dicho penal no hay otro camino más que el de la violencia.

Entonces Prisionero 99 comienza a hacerle justicia a su tajante título original. No se trata de un filme de acción aparatoso, sino que cada riña tiene un timing muy particular: Zahler deja fluir los encuentros entre Bradley y los guardias o los otros presos, sin una edición acelerada. Si Otro día para matar (John Wick, 2014) es particularmente memorable dentro del cine violento por sus headshots, Prisionero 99 lo es por todas sus secuencias de dolor puro en las cuales los huesos se rompen y los cráneos son destrozados sin piedad. Si a todo esto le añadimos un humor inesperado, y efectos prácticos dignos de Riki-Oh: The Story of Ricky (Lik wong, 1991) –el aspecto es totalmente deliberado–, tenemos una experiencia fílmica verdaderamente gozosa.

Una versión diferente de este texto fue publicada originalmente en el sitio de Mórbido Fest (en octubre de 2017).

2 respuestas a “‘Prisionero 99’: Violencia explícita y gozosa”

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